Temprano en las mañanas se escucha el mugido de los ñandúes machos que anidan y empollan sus crías. Esta especie, poco común, conforma la visión sobresaliente de la población natural de aves que pueblan el Paraje Las Cañas.
Luego, a poco que nos sensibilizamos y sin proponérnoslo abandonamos todos los tics urbanos, descubrimos zorzales, picaflores, faisanes, perdices que atraviesan rápido los caminos.
Es uno de los lugares que escogen las aves para anidar y permanecer y este no es un dato menor, nos recuerda que estamos en una tierra no contaminada, donde la foresta es nativa y donde el hombre es humilde.
Allí el paisaje conmueve por su movimiento pronunciado con gestos leves, marcado por mares de piedra.
Las elevaciones del lugar tienen mucho que ver con la pureza de la atmósfera, sucede que allí existe un microclima que nos aísla del tiempo urbano y a partir de la magia atrapada por el tiempo, fluir y dejarse fluir emerge como una necesidad imposible de resistir.